Y ahora qué hago, con todo lo que me he guardado, qué hago con todo lo que siento y con todo lo que no te he dicho.
Con todas las promesas, con todas las palabras y con todas las miradas, absolutamente todas las miradas, que hago con las sonrisas apagadas, con los recuerdos, con los roces, con los sentimientos.
Los guardo, los guardo y se van acumulando, se hacen grande y me hacen pequeña, me hacen débil y me hacen daño.
Se acumulan días, meses años, qué hago.
Qué hago con todo lo que quiero hacer.
Cómo lo escondo, cómo vivo con ello, cómo te miro y te digo
Te quiero.
Te lo digo pero no te lo estoy diciendo.
Cuantas veces te lo he dicho sin decirlo, cuantas veces te lo he dicho y no lo sabes.
Me hundo, te miro y me ahogo, siento que me ahogo, pero tú no me salvas, tus ojos sólo me hunden más y más, inmenso, penetrante, gigante.
Azul, agua, gotas, lluvia, mar, cielo, sólo veo azul y me ahogo.
Pero no me salvas, no puedes salvarme, no puedes, o no quieres, ya no.
Me gustaría salvarme, recoger mis pedazos y armarme de nuevo, empezar de cero.
Ya lo he hecho antes, sé que puedo hacerlo.
Pero no puedo, porque cuando creo que puedo, no puedo, porque me miras y me hundo, me ahogo en el mar de tus ojos, y me sumerjo en la oscuridad de tus pupilas, para siempre.
Siempre siempre siempre, negro.
No sé qué me da más miedo, hundirme o nadar y nadar y nadar y nadar.
Hundirme es fácil, ahogarme es sencillo, luchar es duro, luchar duele y luchar cuesta.
Precioso mar, sálvame, sálvame de ahogarme en tus ojos impenetrables y sálvame de tener que luchar contra mi misma.
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