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jueves, 13 de febrero de 2020

El universo paralelo de aquellos que sí corren para coger el tren

Ir en tren se ha convertido en algo cotidiano últimamente en mi vida. Siempre hago el mismo trayecto, y a pesar de que no siempre lo hago a la misma hora, me he sorprendido a mi misma rehusando descargarme la aplicación de tren en el teléfono móvil, y no por falta de espacio precisamente.

Me irrita sobremanera saber exactamente la hora a la que pasa el tren, y correr si no es estrictamente necesario, también. Me parece muy estresante cuando queda un minuto y no sabes si corriendo lograrás montarte, probablemente la última, pegada a la puerta y sin espacio apenas para sacar el libro que llevas en la bolsa. Es por eso que en esos casos, me he encontrado a mi misma reduciendo la velocidad una vez que veo en el panel que quedan apenas unos minutos para que llegue mi tren. Simplemente prefiero perderlo por bastante tiempo que arriesgarme a correr y aún así ver como se va en mis narices.

Supongo que eso también es la vida, reducir la velocidad cuando todos están apresurando el paso, como si todo dependiese de esos segundos, como si no fuese a pasar un tren apenas unos minutos después. Como si toda la vida dependiese de llegar tres minutos antes o tres minutos después. Así que aquí estoy, esperando en el suelo de la estación que pasen los cuatro minutos restantes que me separan de la línea temporal de aquellos que cogieron el tren anterior, de aquellos que sí corrieron. Pensando en si mi futuro cambiaría mucho por apenas unos instantes.

Supongo que mucha gente habrá tenido un antes y un después en su vida por perder un tren. Imagino si alguna vez ese será mi caso. Quizás si hubiese acelerado un poco el paso, si ese día no se hubiese. retrasado al salir del trabajo, si no se hubiese entretenido hablando con aquellas personas... Todo esto me hizo reflexionar acerca de una película que vi hace ya un tiempo. En ella el protagonista y su amigo se quedaban parados dentro de un metro, un retraso ocasional de los transportes públicos. Mientras los pasajeros resoplaban impacientes se escuchó la voz del conductor por el altavoz, tuve que repetir varias veces la escena simplemente porque me hizo reflexionar;

"Sólo déjenme contarles algo: llevo a mi hija a la escuela cada mañana. Un día mi amigo Levi y yo nos enfrascamos en una conversación que casi provoca que lleguemos tarde. Bajamos tarde al metro y lo perdimos. Y esa mañana en particular, era 11 de septiembre. Si mi amigo Levi hubiera tomado el metro a tiempo hubiese sido de los que estaban en Manhattan porque trabajaba en el World Trade Center. Lo que estoy tratando de decir es que no entren en pánico por llegar tarde, nunca se sabe por qué, se está destinado estar aquí, ahora." 

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