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lunes, 2 de enero de 2017

Bajo la piel

Por ahora ese será el título de mi nueva novela, Bajo la piel.
Ya llevo 16 páginas publicadas en wattpad así que he decidido publicar ya la primera por aquí.
 Espero que os guste.

Bajo la piel.

Todo comenzó con mi llegada a Southaven, era el verano de 1963, yo tenía 20 años, y dejaba atrás mi universidad en Louisiana para ir a pasar el verano con mi familia en Mississippi tras el fallecimiento de mi querido padre.
Nuestra madre, una mujer de carácter y una fuerte personalidad, había caído en una gran depresión al morir su marido.
Hacía mucha calor cuando bajé del coche frente a la puerta de nuestra casa.
Todos los recuerdos se agolparon en mi memoria al instante; aquellos veranos en Mississippi, jugando con mis hermanas en el porche, los bailes de fin de curso, las historias de nuestro padre al llegar del trabajo, las reprimendas y los castigos por portarnos mal, nuestra criada, Nana, cantándonos canciones.
La casa no había cambiado absolutamente nada en esos cuatro años, el mismo tono blanco de las paredes y las columnas y las ventanas de un intenso azul mar abiertas de par en par, incluso recordaba las mismas macetas en los balcones.
Y allí estaban, mis hermanas, las criadas, Nana y mi madre.
-¡Noa, te hemos echado tanto de menos! -Rose se me abalanzó enseguida, como yo esperaba que hiciese.
Sus pequeños rizos castaños me hicieron cosquillas en la cara, estaba preciosa, seguro que con sus ojos miel tenía a todos los chicos de la escuela tras ella.
-¡Rose, esos modales! vamos vamos, deja que Noa me dé un abrazo. -Beth, no había cambiado tanto en estos años, con más canas que contrastaban con su pelo color carbón y más arrugas, pero la misma cara sin emociones y el mismo cuerpo esbelto y delgado como una mantis religiosa.
-Beth, estás tan guapa. -Dije, intentando sonar convincente.
Madre, con las gafas de sol puestas y los labios fruncidos se quedó totalmente quieta, nos miramos unos instantes, cuando me atreví a acercarme.
-Madre, yo… siento lo de padre, de verdad. -Se acercó a mí, se quitó las gafas de sol y casi escupiéndome, me dijo:
-Al menos ahora te has dignado a venir. -Y dando media vuelta entró en la casa.
Yo echaba de menos a padre, más que ninguna de mis hermanas por muy egoísta que eso pareciese, padre y yo siempre habíamos estado muy unidos, mi madre siempre había envidiado nuestra relación y por ello me culpaba para sentirse menos dolida por su muerte.
-Señorita Noa, nos alegramos mucho de que por fin esté en casa -Nana me abrazó y aunque para ella sí habían pasado los años, seguía siendo la misma mujer buena y amable.
Cuando me instalé en mi antigua habitación casi no podía creerlo, no había cambiada nada absolutamente, como si yo nunca me hubiera marchado de allí, pero sí lo hice, me fui, con solo dieciséis años y viajé mucho por diferentes universidades hasta acabar en la de Louisiana, y había visto mundo, mucho más que mi madre y mis hermanas, al menos.
Beth, la mayor, rodeada siempre de una melancolía duradera tras la muerte de su marido Edward, quedó viuda apenas un año después de casarse, un terrible accidente, desde entonces es casi imposible verla sonreír, aunque ya hayan pasado más de cinco años, aunque aún es joven, con apenas 29 años, podía volver a encontrar marido, pero para ella esa opción estaba totalmente descartada.
Era como si el dolor se la hubiera llevado, nunca volvió a ser la misma desde entonces.
Una vez antes de que yo me fuese, me contó que sentía que había estado tan cerca de tocar el cielo y de repente se lo habían arrebatado todo, que no fue capaz de sobrevivir al impacto contra el suelo, la dura realidad la había matado.
Ese día, ella murió con él.
Y ahora que padre había fallecido, era responsabilidad de Beth hacerse cargo de su vieja madre, y obedecer cada una de sus normas, como la tirana que era.
Madre no siempre había sido así, era alegre, fuerte y la mujer con más seguridad en sí misma que había conocido jamás, ella siempre alardeaba de que eso es lo que había enamorado a mi padre, ahora se sentía sola, perdida y es como si por primera vez desde que nací, mi madre no supiese quién es, la pérdida del amor de tu vida es una de las cosas más duras que pueden pasarte jamás.
Mientras que Rose tan solo tenía 12 años cuando me fui de casa, pero ella siempre fue muy madura e independiente y me envidió eternamente por haberme podido ir tan pronto de “aquella cárcel” como ella lo denominaba, siempre supe que este pueblo se le quedaría pequeño demasiado pronto, aunque siempre mantuvimos el contacto mediante largas cartas en las que me relataba sus amoríos con compañeros de clase y todos los chismes de la familia.
Ahora tenía 16 años y era una adolescente alegre, con ganas de comerse el mundo, y de pasárselo bien, conocer chicos, ir a fiestas, portarse mal sin pensar las consecuencias, alocada.
A veces me recordaba a mi antigua mejor amiga, Brenda.
Me cambié y salí al patio, sabía que pronto todo el pueblo sabría de mi llegada y tendría que volver a encontrarme con antiguas amistades, y no había nada en el mundo que quisiese evitar más que volver a ver viejas caras, todas ellas con sus casas, sus maridos y seguramente más de una, sus hijos.

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